¿CÓMO PODEMOS EVITAR UN “INTESTINO PERMEABLE”?
Cuando esto sucede aumenta la posibilidad de que se filtren bacterias y componentes tóxicos, pasando a la circulación y tejidos, lo que contribuye a lesiones en otras partes del cuerpo. Para entender la magnitud del intestino, un dato curioso es que puede alcanzar una longitud aproximada de 8 metros. Aunque esté enrollado dentro de nuestro abdomen, si lo extendemos, puede ocupar el tamaño de una cancha de tenis. Además, representa la mayor superficie de nuestro cuerpo en contacto con el exterior.
Si pudiéramos verlo con una lupa podríamos compararlo a una toalla, donde sus pelitos aumentan enormemente la superficie de absorción de nutrientes y allí es donde se aloja la microbiota intestinal, es decir, el conjunto de microorganismos que cumple funciones indispensables. El concepto de “intestino permeable” está siendo cada vez más escuchado, se presenta cuando las células del intestino y las proteínas que las unen se encuentran dañadas. Cuando esto sucede, aumenta la posibilidad de que se filtre o “cuele” contenido indeseado de bacterias, productos bacterianos y componentes tóxicos que habitualmente son grandes, pasando a la circulación y tejidos, lo que contribuye a lesiones en otras partes del cuerpo con consecuencias desfavorables para la salud.
Estos componentes indeseados son identificados como “extraños” y el cuerpo reacciona activando el sistema inmune como forma de protegernos contra estos “invasores”. Uno de los problemas es cuando esta respuesta es exagerada y sostenida en el tiempo ya que puede favorecer el desarrollo de enfermedades autoinmunes e inflamación de todo el organismo. La inflamación crónica de bajo grado desencadena efectos metabólicos, incluyendo la alteración del metabolismo de la glucosa y la absorción de grasa, haciendo que seamos más propensos a la obesidad, por ejemplo.
Todos estos aspectos, las uniones estrechas o cinturones entre las células, los microorganismos de la microbiota intestinal y el moco que fabrican las células del intestino, actúan como una barrera defensiva donde diferentes células, microorganismos y sustancias interaccionan de manera esencial para nuestra salud. Estás células del intestino necesitamos que estén bien unidas entre sí, tenemos para ello una especie de cinturones que permiten fortalecer estas uniones.
En situaciones normales, cuando el intestino no es permeable, estos productos potencialmente tóxicos los eliminamos como desecho debido a que la capa de células que reviste el intestino actúa como una barrera controlando qué sustancias penetran en nuestro organismo. Esta condición de intestino permeable o “agujereado” se ha asociado con muchas enfermedades crónicas, tales como obesidad, diabetes, enfermedades cardiovasculares, gastrointestinales, neurológicas y cánceres, aunque al momento no hay certeza si es causa o un efecto de la enfermedad.
A pesar de los interrogantes aún sin resolver, es mucho lo que podemos hacer desde la alimentación y los hábitos para prevenir y revertir esta situación. La literatura científica ubica a la alimentación como el factor más determinante en producir cambios en la microbiota intestinal, en la modulación de nuestro sistema inmune y en permitir que la barrera intestinal funcione de manera óptima. Una microbiota intestinal saludable aumenta la proporción de células que producen moco y ayuda a mantener las uniones entre las células del intestino bien estrechas.
Qué priorizar en nuestra dieta:
- Polifenoles presentes en uvas, alcaucil, alcaparras, brócoli, cebolla morada, hinojo, kale, arándanos, ciruela, eneldo, cítricos, berro, chocolate.
- Fibra proveniente de cereales de grano entero, legumbres, frutas y verduras.
- Grasas de buena calidad de los pescados grasos de mar, la palta, las aceitunas, las semillas, frutos secos.
- Microorganismos y sus metabolitos presentes en alimentos fermentados como yogur, kéfir, el chucrut, el kimchi.
De esa manera lo que debemos buscar es llevar adelante una dieta de estilo mediterránea tradicional, variada y rica en alimentos de origen vegetal. No es solo pensar en sumar un alimento, o algunos alimentos en particular, sino priorizar la composición y calidad de la alimentación en su conjunto. Por el contrario, la dieta estilo occidental, típica de las grandes ciudades y la vida moderna donde abundan los alimentos ultraprocesados y el bajo aporte de fibra producirá una disminución de las bacterias beneficiosas, lo que aumentaría la permeabilidad intestinal y la inflamación.
Componentes y alimentos a limitar el consumo:
- Azucares refinados, como azúcar de mesa, cereales y harinas refinadas.
- Baja calidad de grasas, aceites refinados, alimentos prefritos, margarina, productos con grasas trans.
- Aditivos: principalmente el consumo excesivo de edulcorantes artificiales.
- Excesivo consumo de carnes rojas procesadas, embutidos, fiambres.
Todos estos alimentos poseen una matriz alimentaria empobrecida, afectando negativamente a la barrera intestinal lo que nos predispone a aumentar la permeabilidad del intestino, a alterar la microbiota intestinal, a la inflamación a nivel local y al pasaje al torrente sanguíneo de sustancias indeseables, lo que contribuirá a producir inflamación crónica.
Fuente: https://www.ambito.com (11-06-21)