ENCARECER BEBIDAS AZUCARADAS, ALCOHOL Y TABACO BENEFICIA A LOS MÁS POBRES
Un equipo científico asesor de la organización mundial de la salud estudia el impacto de los impuestos para reducir la incidencia de cáncer y otras enfermedades crónicas. Elevar el precio de productos con un demostrado impacto negativo en la salud como el tabaco, el alcohol y las bebidas azucaradas, es una medida efectiva para frenar el avance de las enfermedades crónicas que cada año causan siete de cada diez muertes en todo el mundo, ha concluido un grupo internacional de científicos que asesora a la organización mundial de la salud.
Hasta ahora, estos impuestos sobre productos insanos han sido criticados porque impactan más negativamente a las personas con menos recursos. Este es uno de los argumentos más defendidos por la industria de las bebidas azucaradas.
“El argumento habitual ha sido que la gente más pobre dedica una mayor parte de sus ingresos a comprar estos productos, lo que es cierto, pero hasta ahora el debate se había quedado ahí”, explica Rachel Nugent, coordinadora del grupo de trabajo sobre enfermedades crónicas de la revista médica The Lancet que publica hoy el resultado de cinco estudios sobre el tema.
Uno de los trabajos analiza encuestas nacionales sobre el consumo de tabaco, alcohol y bebidas azucaradas entre familias con diferentes niveles de renta en 13 países, Chile, Guatemala, Panamá, Nicaragua, Albania, Polonia, Turquía, Tayikistán, Tanzania, Níger, Nigeria, India y Timor Oriental, el análisis más completo de este asunto, según The Lancet.
En México el impuesto sobre refrescos ha hecho que caiga el consumo un 17% en los hogares con menos recursos
“Nuestros resultados muestran que los beneficios de los impuestos dependen del perfil del consumo en cada país, por lo que no se pueden hacer generalizaciones. También hemos observado que los más pobres no siempre son necesariamente los más afectados por estos impuestos y en muchos casos son los que más beneficios de salud obtienen al consumir menos estos productos y retrasar la aparición de enfermedades crónicas”, explica Nugent.
El trabajo concluye que los impuestos sobre el alcohol, las bebidas azucaradas y alimentos poco saludables repercuten sobre todo en los hogares más ricos, porque son estos los que registran un mayor consumo de estos productos. Lo mismo sucede con el tabaco, aunque en este caso la relación es menos clara, pues el tabaquismo es muy elevado entre las personas con menos recursos en muchos países. El trabajo reconoce que todos estos impuestos afectan más económicamente a las familias con menos recursos, pero añade que también son estos hogares los que podrían ganar más beneficios en su salud, pues las familias con menos renta son las que más rápido dejan de comprar estos productos si sube el precio.
El estudio cita el caso paradigmático de México, un país con una elevada tasa de obesidad y diabetes que aprobó un impuesto sobre bebidas azucaradas en enero de 2014. A final de ese año el consumo total de estas bebidas se redujo un 12%. La caída fue mayor —el 17%— en los hogares con menos recursos, mientras los más ricos no dejaron de comprarlas. Al mismo tiempo, la venta de agua y otras bebidas sin impuestos aumentó un 4%. El estudio resalta que los beneficios de estos impuestos para la salud es aún mayor si se tiene en cuenta que parte de los ingresos por la venta de estos productos se dedica a programas de prevención de enfermedades crónicas y fomentar hábitos saludables entre las personas de menor edad en algunos países.
Esta colección de estudios pretende ser una guía para gobiernos que barajen imponer este tipo de impuestos. “Este estudio desbanca el mito de que los impuestos impactan más a los pobres, ese es un mensaje equivocado para los políticos”, resalta Franco Sassi, de la escuela de negocios del Imperial College de Londres y coautor del trabajo.
“En cuanto al alcohol, la distribución por rentas es muy uniforme en todos los países y son las clases altas las que más lo consumen y por tanto las más afectadas por las tasas”, asegura. Respecto a las bebidas azucaradas, en los países en desarrollo también son los ricos los mayores consumidores. En los países desarrollados, al contrario, son los más pobres, explica el investigador. “En Reino Unido, que acaba de aprobar un impuesto de bebidas azucaradas, hemos calculado que un hogar poco favorecido acaba pagando al año unas ocho libras más que uno rico, por lo que las diferencias son tan pequeñas que no deberían ser un impedimento para que los gobiernos establezcan estas tasas, debido a que, en general, son beneficiosas para los más pobres en términos de salud y también en términos puramente económicos”, resalta.
En España, el Gobierno barajó un impuesto sobre refrescos, pero en 2017 descartó su aplicación. Ese mismo año, la Generalitat de Cataluña aprobó una tasa que encarece un 7% estos productos. La recaudación de este impuesto ha sido menor de la prevista, lo que podría indicar un descenso del consumo, aunque aún no hay datos sobre el tema, explica Joan Ramón Villabí, presidente de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria. “Esta batería de estudios nos ayuda a dirimir dilemas, como por ejemplo que en España parecíamos ir hacia atrás, ya que, tras la subida de impuestos al tabaco, hemos visto que las clases más bajas fuman cada vez más mientras las más privilegiadas lo hacen menos”, explica. “Estos estudios nos muestran ahora que hay capas de la sociedad que se benefician más en salud y que los impuestos no son siempre regresivos, es decir, que impactan más a los que menos tienen. Ahora sería el momento de emprender medidas similares para el alcohol, ya que los impuestos en España son de los más bajos de Europa. Además, actualmente no hay un esquema europeo para gravar bebidas azucaradas y las grasas, pero documentos como este pueden contribuir a que se acaben aprobando este tipo de medidas”, opina.
Otro de los trabajos publicados hoy detalla cómo las enfermedades crónicas se ceban más en las personas con menos renta. Los hogares con menos recursos son los que más probabilidades tienen de acabar arruinados debido al coste de los tratamientos, especialmente en países donde no hay una sanidad pública universal, según un análisis de 66 países. “Cada año, 100 millones de personas caen en la pobreza extrema debido a que tienen que sufragar de su bolsillo tratamientos médicos, y los costes relacionados con las dolencias crónicas suponen una parte muy grande de este escándalo global”, señala Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS, en otro comentario sobre los estudios.
Fuente: https://elpais.com (06-04-18)