La obesidad incrementa desde los 7 años el riesgo cardiovascular
Desde la edad de 7 años la obesidad podría aumentar el riesgo de los niños de sufrir enfermedad cardiaca e ictus en el futuro, incluso en ausencia de otros factores de riesgo cardiovasculares como la hipertensión, según un estudio de la Clínica Infantil Nemours en Jacksonville (Estados Unidos) que se publica en la revista ‘Journal of Clinical Endocrinology & Metabolism’.
Según explica Nelly Mauras, responsable de la investigación, “este nuevo estudio demuestra que las consecuencias no saludables del exceso de grasa corporal comienzan muy pronto. Nuestro estudio muestra que la obesidad por si misma se vincula con ciertas anomalías en la sangre que pueden predisponer a que los individuos desarrollen enfermedad cardiaca de forma precoz en la vida adulta”.
Los descubrimientos sugieren que se necesitan intervenciones más agresivas para controlar el peso en los niños obesos incluso si estos no tienen trastornos asociados al síndrome metabólico, un conjunto de factores de riesgo que elevan el riesgo de desarrollar enfermedad cardiaca, ictus y diabetes.
El diagnóstico de este trastorno está aumentando en los niños a medida que el sobrepeso crece como problema y se caracteriza por al menos la presencia de tres características: mayor circunferencia de cintura, colesterol HDL bajo, triglicéridos altos, hipertensión y glucosa elevada en sangre.
Los científicos querían saber si la obesidad podría aumentar el riesgo de enfermedad cardiovascular antes del inicio del síndrome metabólico y para ello evaluaron a más de 300 menores de entre 7 y 18 años e incluyeron algunas características del síndrome metabólico. Finalmente participaron 202 menores: 115 niños obesos y 87 delgados como controles. La mitad no había pasado la pubertad y la otra mitad se encontraba en su fase final. Los niños obesos tenían un índice de masa corporal (IMC) superior al percentil 95 para su sexo, edad y altura.
Los niños y adolescentes tenían niveles normales de azúcar, hipertensión, colesterol y triglicéridos. Los controles delgados no podían tener un familiar cercano con diabetes tipo 2, colesterol elevado, hipertensión u obesidad, por lo que fue un grupo difícil de completar.
Todos ellos pasaron por pruebas sanguíneas en relación a marcadores conocidos para predecir el desarrollo de la enfermedad cardiovascular. Estos indicadores incluían, entre otros, los niveles de proteína C-reactiva (CRP), un marcador de la inflamación, y fibrinógeno anormalmente elevado, un factor de coagulación.
Los niños obesos tenían diez veces más elevada la CRP y mayores concentraciones de fibrinógeno en comparación con los niños delgados. Estas anomalías se producían en niños obesos hasta de 7 años, mucho antes del inicio de la pubertad.
Mauras señala que estos datos resultaban sorprendentes ya que los niños se encontraban completamente sanos. Aunque se desconocen aún si las intervenciones terapéuticas precoces revierten los niveles de CRP y fibrinógeno, el investigador apunta que sería prudente recomendar intervenciones más agresivas para limitar las calorías y aumentar la actividad en los niños con sobrepeso ‘sanos’ incluso antes del inicio de la pubertad.
“Los médicos no suelen tratar la obesidad en los niños hasta que existen otras características del síndrome metabólico. Esta práctica debería reconsiderarse. Se necesitan más estudios para conseguir más información sobre los efectos de las intervenciones terapéuticas en estos niños”, concluye Mauras.
Fuente: Europe Press