LAS HORMONAS QUE ESTIMULAN TUS BANQUETES NOCTURNOS
La mayoría de las personas a dieta conocen la dura realidad: seguir al pie de la letra un régimen para adelgazar se vuelve más difícil conforme llega la noche. Aquellos que sucumben ante los antojos y se dan atracones por la noche tal vez culpan a su escasa fuerza de voluntad, pero un nuevo estudio indica que el problema podría ser la compleja orquesta de hormonas que administran el hambre y la sensación de saciedad o llenura.
La investigación analizó a 32 hombres y mujeres con obesidad —la mitad de ellos con el hábito de atracarse de comida— y señala que las hormonas de la saciedad pueden ser menores durante las horas de la tarde, mientras que las hormonas del hambre se elevan conforme cae la noche y podrían estimularse por las situaciones estresantes. Los investigadores descubrieron que las personas obesas que se atracan de comida pueden ser especialmente susceptibles a la influencia de fluctuaciones de estas hormonas reguladoras del apetito.
“Hay mayor oportunidad de comer por la tarde, pero este estudio muestra que las respuestas hormonales están causando esto”, dijo Susan Carnell, una profesora de Psiquiatría y Ciencias del Comportamiento en la Escuela de Medicina de la Universidad John Hopkins que fue una de las autoras del estudio junto a Charlotte Grillot de la Universidad Estatal de Florida. No queda claro si estos patrones hormonales preceden y causan los atracones o son condicionados por los hábitos alimenticios de un individuo, dijo Carnell. De cualquier manera, “puedes quedar atrapado en el ciclo”.
El estudio es un importante recordatorio de que un gran número de factores contribuyen a engordar, además muestra que humillar y culpar a las personas por sus problemas de peso es inapropiado, dijo Kelly C. Allison, directora del Centro para Trastornos de Peso y de Alimentación en la Universidad de Pensilvania, que no estuvo involucrada en la investigación.
“Hay muchos prejuicios y opiniones sobre las personas que tienen sobrepeso, se dice que es su culpa o son flojas o simplemente no tienen suficiente fuerza de voluntad”, dijo Allison. “La conclusión es que las personas son diferentes y parte de eso realmente depende de esos factores biológicos”.
Los hallazgos fueron publicados recientemente en la Revista Internacional de Obesidad. Se basan en trabajos previos, incluido un estudio de 2013 de la Universidad de Harvard de individuos con un peso adecuado que descubrió que el ritmo circadiano desempeña un papel importante al momento de regular el apetito, y el hambre llega a su clímax durante la tarde. Paradójicamente, el apetito está en su nivel más bajo en la mañana, a pesar de que las personas no han ingerido alimentos durante toda la noche.
Esa investigación ayudó a explicar por qué tanta gente no desayuna, a pesar de que la evidencia indica que consumir la mayoría de las calorías al comienzo del día es lo óptimo para el control de peso y un metabolismo saludable.
El hambre por la tarde “pudo haber sido una adaptación evolutiva que nos ayudó a pasar la noche”, dijo Satchidananda Panda, un profesor en el Instituto Salk para Estudios Biológicos en San Diego. “Durante millones de años, nuestro periodo nocturno era un tiempo en el que no teníamos acceso a la comida, y no podías alimentarte de inmediato cuando te despertabas por la mañana”. En la era moderna, con fácil acceso a los alimentos a cualquier hora del día o de la noche, esa adaptación evolutiva puede ser contraproducente, al desencadenar pérdida de control y atracones nocturnos.
Para la nueva investigación, a los participantes se les solicitó que ayunaran durante ocho horas antes de consumir una comida líquida de seiscientas calorías.
Dos horas después, fueron sujetos a una situación estresante en la que tenían que sumergir su mano menos hábil en agua helada durante dos minutos y les hicieron pensar que eran grabados (en realidad, no los filmaron). Treinta minutos después, les ofrecieron un bufé de pizza, bocadillos y golosinas.
Para medir el impacto que la hora del día podría tener en el hambre y las hormonas que regulan el apetito, los investigadores sometieron a los participantes al régimen en dos ocasiones, una vez comenzaron a las 9:00 y en otra ocasión iniciaron a las 16:00. Les sacaron sangre para medir los niveles hormonales y también les pidieron que evaluaran sus sensaciones subjetivas de hambre y saciedad mediante una escala numérica.
Todos los participantes afirmaron tener más hambre si iniciaban el régimen por la tarde en comparación con la mañana. De igual manera, tenían niveles más elevados de una hormona llamada ghrelina que genera el hambre en las personas y niveles más reducidos de la hormona de la saciedad, el péptido YY, si habían consumido la comida líquida al mediodía en vez de por la mañana.
Las personas que se dan atracones de comida también mostraron niveles iniciales más altos de ghrelina cuando iniciaban el régimen por la tarde, mientras que aquellos que no se dan atracones tenían el patrón inverso. Los primeros también reportaron sentirse menos satisfechos después de la comida líquida y la exposición a la situación estresante por la tarde.
El estrés aumentó el apetito de todos los participantes, pero los niveles de ghrelina, también conocida como la hormona del hambre, se incrementaron aún más si los participantes eran sometidos a la situación estresante más tarde durante el día, lo que indica que el estrés podría tener un efecto más profundo en el hambre durante la tarde (sin embargo, no hubo un grupo de control que no fuera sometido al estrés).
“Definitivamente, sabemos que este patrón de respuesta de las hormonas incrementa el riesgo de comer en exceso durante las tardes, lo opuesto a las mañanas”, dijo Carnell. “Da a entender que las personas en nuestro estudio son más vulnerables a comer en exceso durante la tarde”. Ella indicó que las personas que saben que tienen una tendencia a comer en exceso durante la tarde y por la noche se deben asegurar de destinar un momento para alimentarse de manera adecuada durante el día y adoptar un “toque de queda alimentario”, una hora durante la tarde a partir de la cual ya no coman por el resto del día.
Allison estuvo de acuerdo. “Fijen un horario de ‘La cocina está cerrada’”, aconsejó. “Apaguen la luz de la cocina, aléjense de ahí, cepíllense los dientes y, si quieren comer después de eso, beban agua”.
“Por la noche, especialmente, estás cansado, has tenido exigencias cognitivas que cumplir durante el día, no quieres regularte tanto, y si tienes antojo de comida, hay menos distracciones para ayudarte a resistir esos antojos”, dijo.
Allison y otros expertos señalan que los niveles de hormonas responden a los patrones de alimentación y pueden alterarse si las personas cambian sus hábitos. Sin embargo, aunque eso sea verdad, “enfrentan un obstáculo más grande, porque primero tienen que cambiar sus hábitos alimentarios y esperar a que se ajusten sus hormonas del hambre”, dijo Courtney Peterson, una profesora asistente en el departamento de ciencias de la nutrición en la Universidad de Alabama en Birmingham.
“No es que no haya esperanza para ayudar a quienes tienen estos problemas”, dijo Allison. “Tan solo muestra que hay diferentes puntos de inicio para cada quien. Algunas personas deben superar mayores retos para regular su consumo de alimentos debido a estas razones biológicas”.
Fuente: https://www.nytimes.com (02-02-18)