LO QUE EL RONQUIDO ESCONDE
Casi un 5% de la población padece apneas, pausas respiratorias en el sueño que elevan el riesgo de infarto o ictus – Roncar, despertarse con la sensación de no haber dormido bien y somnolencia diurna, signos de alarma
En 1836, Charles Dickens comenzó a publicar por entregas la que luego sería su primera novela Los papeles póstumos del club Pickwick, un libro que cuenta la historia de un extraño club de filántropos que recorre la Inglaterra de aquella época y que se enfrenta a cientos de anécdotas. Entre la nómina de personajes extravagantes que pueblan esa obra, está Joe, un joven y regordete sirviente que llegó a formar parte de los tratados de medicina. Y es que aquel chico “de cara sonrojada” que “dormita y ronca mientras espera en la mesa; se duerme fácilmente y entonces deja de respirar”, tal y como lo describió Dickens, probablemente padecía apnea del sueño. Roncar y despertarse por la mañana con la sensación de no haber descansado bien, somnolencia continua durante el día y dolor de cabeza son los principales síntomas de este trastorno, que provoca que el paciente sufra repetidas pausas en la respiración durante el sueño.
Los ronquidos son la principal causa de consulta en la Unidad de Sueño del Hospital Universitario de A Coruña, y cuando van acompañados de somnolencia continua durante el día pueden esconder detrás una apnea del sueño, un trastorno que se caracteriza por interrupciones repentinas en la respiración mientras se duerme -paradas que duran entre 10 y 30 segundos- y que elevan el riesgo de sufrir un infarto o un accidente cerebrovascular. “No todo el mundo que ronca sufre apnea, pero todos los pacientes con apnea del sueño, roncan”, apuntan desde esa Unidad. Solo en el área coruñesa hay 2.500 pacientes que duermen con un aparato especial (CPAP) para evitar sufrir apneas durante el sueño.
Los especialistas aclaran que no todas las personas que roncan sufren apneas del sueño, pero los ronquidos siempre están presentes en quienes sí las padecen. En esos casos, estas interrupciones de la respiración activan una señal nerviosa que altera el sueño y nos pone en alerta para tomar aire. Si esto ocurre varias veces a lo largo de la noche, el descanso deja de ser profundo y reparador y aparecen consecuencias indeseables.
Hay dos tipos de apnea: la obstructiva, que es la que se produce cuando las partes blandas de la garganta se desplazan hacia atrás durante el sueño y obstruyen la vía respiratoria; y la central, cuando no hay nada que obstaculice la vía aérea sino que es el cerebro el que deja de enviar las señales necesarias para que los músculos desarrollen la respiración con normalidad. La diferencia entre una y otra es que mientras en la primera el paciente no es consciente de las paradas respiratorias, en la segunda suele despertarse con sensación de ahogo.
En ambos casos, el sueño no es reconfortante. “Entre los principales síntomas están los ronquidos y tener somnolencia diaria continua, son pacientes que siempre están cansados ya que aunque no lo noten se despiertan continuamente por la noche, que se duermen en cualquier parte, que sufren cefaleas”, indican desde la Unidad de Sueño del Chuac, y resaltan que uno de los principales factores para sufrir este trastorno del sueño es la obesidad. De hecho, se ha demostrado que una pérdida de peso del 10% supone que el riesgo de apnea desciende un 20%”, señalan.
El consumo de alcohol y sedantes o una determinada morfología cranoencefálica también favorecen la aparición de apneas. En el caso de mujeres, hay mayor riesgo a partir de los 38 centímetros de cuello y lo mismo ocurre en personas con el mentón hacia atrás. La mayoría de pacientes con apnea del sueño son varones que superan los 40 años, mujeres que se encuentran en la menopausia o menores de edad que tienen las amígdalas de gran tamaño.
Los especialistas advierten de que este trastorno, que afecta a entre el 3 y el 5% de la población -y va en aumento al incrementarse los casos de obesidad-, puede tener graves consecuencias para la salud. Y es que al bajar los niveles de oxigenación de la sangre durante las pausas respiratorias y después subir aumenta los casos de hipertensión y el riesgo de sufrir un infarto o un ictus. Además, la somnolencia diurna puede originar más accidentes.
Fuente: http://www.laopinioncoruna.es (28-02-18)