¿POR QUÉ A UNOS LES GUSTA MÁS EL DULCE QUE EL SALADO?
Nuestras preferencias están marcadas por el tipo de alimento que comemos desde la infancia, por la frecuencia en la que lo consumimos y el tipo de papilas gustativas que tenemos. Seguramente, en más de una y de dos ocasiones, te hayas visto en la obligación de responder a la siguiente pregunta: «¿Eres más de dulce o de salado». Y piensas que qué pregunta más ambigua, ¿no?, porque según el momento prefieres un bizcocho de chocolate o un sandwich de jamón y queso…
Pero lo cierto es que no siempre elegimos según la apetencia del momento, sino que la pregunta es en realidad una cuestión inteligente porque cada uno de nosotros nos decantamos más por una cosa que por otra, independientemente de la situación, y existen varias razones que explican nuestra respuesta, la cual pregonamos por cielo, mar y tierra, como si una u otra inclinación nos definiera y nos diera cierta identidad…
¿Dulce o salado?
Por naturaleza tenemos el instinto de que nos guste lo más calórico por una mera cuestión de garantizarnos la supervivencia, ya que hemos vivido muchos más años de nuestra historia evolutiva con escasez de alimentos que con abundancia, que es lo que tenemos ahora. Es por eso que la doctora en nutrición, farmacéutica y dietista-nutricionista Laura Isabel Arranz ( @lauragananutricion) dice que si la naturaleza no nos hubiera dotado de ese instinto hace muchos milenios, hubiéramos desaparecido. «A nosotros y a los animales nos gusta comer y nos gusta lo más calórico porque es lo que instintivamente relacionamos con lo bueno y lo que nos beneficia, aunque ahora esto no sea así por el contexto de abundancia y facilidad de conseguir alimentos, ya que no necesitamos ese instinto y debemos reeducarlo para que nos guste lo menos calórico».
Por lo tanto, y siguiendo nuestra propia evolución, también nos marcan mucho los primeros alimentos que probamos. «Si de pequeños hemos probado antes lo dulce que lo salado, tendremos más afinidad por lo que hemos comido más temprano y más veces», explica la nutricionista. Por ejemplo, si nos han dado a probar antes el chocolate que el jamón, y lo hemos comido más en nuestros primeros años, eso nos marcará para apetencias posteriores.
Cuenta Laura Isabel Arranz que, además de lo que nos ayuda a aumentar calorías y los primeros alimentos que tomamos en la infancia, nos marcará a su vez nuestra historia en cuanto a alimentación emocional… «¿Qué nos han dado de pequeños como premios de comida después de un mal rato en el médico o algo similar? ¿Un dulce o una bolsa de patatas?», pregunta la experta, que usa estos ejemplos porque asegura que realmente condicionan lo que nos han enseñado a comer por puro placer o como recompensa de situaciones negativas.
Pablo Ojeda (@pabloojedaj), dietista y experto en obesidad, cuenta por su parte que hay otros factores que inciden directamente en la elección tanto del dulce como del salado: «El hábito alimentario va a ser determinativo en esta cuestión. Cuando tomamos dulce se libera una famosa hormona llamada dopamina que es la hormona del placer, por lo que si una persona se habitúa a tomar dulce porque se siente mejor, va a continuar con esa rutina. Tal como resume el experto, depende también de lo que se haya ingerido en las horas previas a ese momento determinado: «Por ejemplo, si estás en ayunas, tu cuerpo va a necesitar un pico de energía rápido, y si tienes una hipoglucemia, dependiendo de lo que hayas comido anteriormente necesitarás ese “chute” de azúcar», dice, confirmando que si has acostumbrado al organismo a unos momentos de rápida energía, va a ir pidiendo más, por eso muchas personas están más acostumbradas al azúcar, porque han entrenado al paladar para ello previamente.
El último factor es la labor de las papilas gustativas: «Hay varios tipos, pero unas tienden más a lo salado y otras a lo dulce. No todo el mundo tiene el mismo tipo de papilas gustativas porque unas personas tienen más de una o más de otra, y esto también va a tener un gran impacto en tu elección».
Nuestras preferencias, por tanto, están marcadas por el tipo de alimento que comemos, por la frecuencia en la que lo consumimos y el tipo de papilas gustativas que tenemos. Todo eso, en general, hará que haya personas que prefieren más lo dulce que lo salado: «Por ejemplo, el primer alimento que probamos de forma super amorosa y segura es la leche, que es dulce y grasa, así que un buen pedacito de pastel le gusta a casi todo el mundo», dice Laura Isabel Arranz. Después podemos tener más afinidad por lo salado si así lo hemos aprendido sin querer de nuestra historia vital. Eso explica por qué hay quien prefiere un buen bocadillo de jamón o de bacon antes que un postre…
Fuente: https://www.abc.es (04-11-20)