¿COMER RÁPIDO PREDISPONE A LA OBESIDAD?

La obesidad es el resultado de un desbalance energético crónico, con predominio de la ingesta sobre el gasto energético, en cuya etiología participan factores ambientales y genéticos (1).

Investigaciones recientes señalan que además del ambiente obesogénico, esto es, un entorno que promueve la sobrealimentación -alimentos altamente energéticos y palatables, económicos y de fácil adquisición- y la inactividad física -televisión, computadores, autos, etc…- (2, 3, 4, 5), debemos sumarle ahora nuestra conducta alimentaria, en donde la velocidad de la alimentación y el comer hasta la saciación máxima, desempeñarían un rol predisponente al desarrollo de la obesidad (6, 7).

Saciedad: Un proceso complejo

Nuestro organismo dispone de diversas vías de tipo neuronales, hormonales y metabólicas, provenientes de múltiples órganos, para informar a los centros hipotalámicos de la cantidad y calidad de los alimentos ingeridos, lo cual es trascendental para producir la saciación. Sin embargo, estudios experimentales en humanos señalan que somos relativamente ineficientes para regular la ingesta energética y que nosotros más bien nos guiamos por señales externas, como por ejemplo visuales
-cantidad de alimento que queda en el plato- y horarias, más que en nuestras señales internas de saciedad. En otras palabras, somos capaces de disociar voluntariamente o involuntariamente la cantidad de alimento ingerido y la producción de saciedad (8).

Por otra parte, el volumen de alimento ingerido no es modificado en respuesta al incremento de la densidad energética. En tal sentido, tendemos a comer diariamente más o menos el mismo volumen de alimentos en una comida, independiente de la densidad energética que posea. Eso hace que si la comida es hipergrasa, ingiramos una mayor cantidad de calorías pasivamente. Pero también es cierto que podemos modificar el volumen de lo ingerido si la comida es apetitosa, variada y, si se sirve una gran porción, el volumen comido es predecible según las características del alimento y del volumen servido en el plato (9).

Como se mencionó, las señales de saciedad provenientes de múltiples órganos -hígado, páncreas, estómago, intestino y tejido adiposo- junto con la elevación de los nutrientes en la sangre, constituyen la base de los mecanismos de saciedad. La distensión y contenido gástrico -mecanoreceptores y quimiorreceptores-, la secreción de enterohormonas -CCK, GLP-1, obestatina, péptido YY3-36, oxintomodulina, etc…-, junto con el incremento de ciertas hormonas adipocitarias -leptina, adiponectina- y pancreáticas -insulina, amilina-, además de señales metabólicas –hepáticas- y nutricionales, son los principales mecanismos con que cuenta nuestro organismo para regular la cantidad y calidad de los alimentos ingeridos (1). Este proceso de saciación
-tiempo que media en finalizar la alimentación- y saciedad -tiempo que media entre una alimentación y otra-, tarda varios minutos en producirse, de tal forma que si nosotros comemos rápido no le damos tiempo a que estas señales de saciedad actúen, con el consiguiente resultado de la sobrealimentación.

Comer más rápido y predisposición a la obesidad

Un interesante trabajo realizado por Maruyama et al (6), en un grupo de 3.287 japoneses -1.122 hombres y 2.165 mujeres-, entre 30 y 69 años de edad, examina el comportamiento alimentario y su relación con el IMC, mediante un sistema de auto encuesta de hábitos dietarios durante el último mes, haciendo hincapié en la velocidad habitual a la que solían comer -se debía elegir entre muy lento, lento, medio, rápido y muy rápido- y si comían cada vez hasta hartarse.

Un 50,9% de los hombres y un 58,4% de las mujeres, reconoció comer hasta sentirse hartado o “lleno” y un 45,6% de los hombres y el 36,3% de las mujeres reportan que comían de forma muy rápida (Tablas 1 y 2). El riesgo de llegar a tener sobrepeso -IMC >25 kg/m2- en el grupo que come hasta hartarse fue 2,0 y 1,92 veces mayor, hombres y mujeres, respectivamente, mientras que para aquellos que comían rápido fue de 1,84 y 2,09, hombres y mujeres respectivamente. Si ambas conductas están presentes a la vez, es decir, comer hasta hartarse y rápidamente, el riesgo de sobrepeso se eleva a 3,13 en hombres y a 3,21 en mujeres.

Si bien estudios previos ya habían demostrado que comer deprisa y saciarse en cada comida incrementaba el riesgo de sobrepeso, esta investigación ha aportado otro interesante hallazgo: Comprobar que cuando están presentes ambos hábitos a la vez, el riesgo de sobrepeso se potencia.

Es importante señalar que el grupo que comía hasta hartarse y rápidamente no difería en otras variables, tales como composición de macronutrientes de la dieta, tabaquismo o actividad física, del grupo que no lo hacía. Al parecer estas conductas alimentarias, según algunos estudios previos, persistirían a través del tiempo.

En resumen, comer hasta hartarse o rápidamente, incrementa el riesgo de desarrollar sobrepeso alrededor de 2 veces más, en comparación a aquellos que no lo hacen. Pero si ambas conductas alimentarias están presentes simultáneamente, este riesgo se eleva a 3 veces más.

En una sociedad en la que los hábitos alimentarios están cambiando, los investigadores concuerdan en que es necesario fomentar la educación nutricional, sobre todo en la población pediátrica, estimulando a niños y adolescentes a adquirir hábitos saludables de alimentación y actividad física, para así poder detener la epidemia de la obesidad.

Tabla 1: Principales características de los hombres participantes en el estudio

Características No comen hasta hartarse, ni comen rápidamente Comen hasta hartarse y no comen rápidamente No comen hasta hartarse y comen rápidamente Comen hasta hartarse y comen rápidamente Total
Hombres N =352 N =258 N =199 N =313 N =1.122
Edad promedio años (SD) 58,1 (10.0) 54,8 (10.3) 57,0 (9.7) 51,4 (11.3) 55,3 (10.7)
Altura (cm) 164,8 (0.3) 165,8 (0.4) 165,9 (0.4) 166,6 (0.3) 165,7 (0.2)
Peso (Kg.) 63,1 (0.5) 66,8 (0.6) 64,9 (0.7) 69,6 (0.5) 66,1 (0.3)
IMC (Kg./m2) 23,2 (0.2) 24,3 (0.2) 23,6 (0.2) 25,0 (0.2) 24,0 (0.1)
Energía total ingerida (Kcal.) 2.190 (30) 2.296 (35) 2.143 (40) 2.296 (32) 2.236 (17)
Actividad física regular (%) 35,6 32,7 36,5 36,3 35,3

Tabla 2: Principales características de las mujeres participantes en el estudio

Características No comen hasta hartarse, ni comen rápidamente Comen hasta hartarse y no comen rápidamente No comen hasta hartarse y comen rápidamente Comen hasta hartarse y comen rápidamente Total
Mujeres: N =668 N =712 N =232 N =553 N =2.165
Edad promedio

Años (SD)

54,6 (11.0) 51,2 (11.0) 53,2 (11.0) 50,9 (10.9) 52,4 (11.1)
Altura (cm) 153,5 (0.2) 153,9 (0.2) 154,1 (0.3) 154,7 (0.2) 154,0 (0.1)
Peso (Kg.) 51.6 (0.3) 53.7 (0.3) 53.4 (0.5) 57,5 (0.3) 54,0 (0.2)
IMC (Kg./m2) 21,9 (0.1) 22,7 (0.1) 22,5 (0.2) 24,0 (0.1) 22,8 (0.1)
Energía total

ingerida (Kcal.)

1.693 (17) 1.812 (17) 1.719 (29) 1.840 (19) 1.773 (10)
Actividad física regular (%) 39,0 35,5 41,7 38,9 38,1

Referencias:

1.- Valenzuela A. Regulación neuroendocrina de la alimentación. En: Obesidad y sus comorbilidades. Impresores Maval, Santiago, Chile, 2008.

2.- Hill JO, Peters JC. Environmental contributions to the obesity epidemic. Science 1998;280:1371-1374.

3.- Hill JO, Wyatt HR, Reed GW, Peters JC. Obesity and the environment: where do we go from here? Science 2003;299:853-855.

4.- Nielsen SJ, Popkin BM. Patterns and trends in food portion sizes, 1977–1998. JAMA 2003;289:450-453.

5.- Vandewater EA, Shim MS, Caplovitz, AG. Linking obesity and activity level with children’s television and video game use. J Adolesc 2004;27:71-85.

6.- Maruyama K, Sato S, Ohira T, et al. The joint impact of self reported behaviours of eating quickly and eating until full on overweight: cross sectional survey. BMJ 2008;337:a2002.

7.- Denney-Wilson E, Campbell KJ. Eating behaviour and obesity. BMJ 2008 337: a1926.

8.- Levitsky DA. The non-regulation of food intake in humans: hope for reversing the epidemic of obesity. Physiol Behav 2005;86:623-632.

9.- Wansink B, Painter JE, North J. Bottomless bowls: why visual cues of portion size may influence intake Obes Res 2005;13:93-100.

Fuente: Departamento Científico SOCHOB