LAS PERSONAS CON ‘GENES DE LA OBESIDAD’ PODRÍAN SER LAS MÁS BENEFICIADAS DE UNA ALIMENTACIÓN SALUDABLE

Aunque una alimentación saludable es buena para todo el mundo, los que portan genes que los ponen en un riesgo alto de obesidad podrían ser los más beneficiados. Un nuevo estudio sugiere que incluso los que portan una predisposición heredada para el aumento de peso en exceso no están destinados a convertirse en obesos.

De hecho, los investigadores afirman que se puede evitar con el tiempo al adoptar una dieta saludable rica en frutas y verduras, y libre de sal, azúcar, alcohol y carne roja. El hallazgo proviene de un nuevo análisis de datos sobre la dieta, el estilo de vita y médicos de unos 14,000 hombres y mujeres, que se habían recolectados para dos estudios anteriores.

«Encontramos que comer alimentos saludables (una ingesta alta de verduras, frutas, granos integrales, ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga, y una ingesta baja de grasas trans, comida frita y bebidas azucaradas) reduce el riesgo de obesidad y promueve la pérdida de peso en todas las poblaciones», aseguró el autor del estudio, el Dr. Lu Qi. «Algo interesante es que el efecto protector parece ser más evidente en los que tienen el riesgo genético más alto», señaló.

Qi es director del Centro de Investigación sobre la Obesidad de la Facultad de Salud Pública y Medicina Tropical de la Universidad de Tulane, en Nueva Orleáns. El estudio aparece en la edición del 10 de enero de la revista The BMJ.

Qi y sus colaboradores enfatizaron que el riesgo de obesidad es impulsado por una mezcla compleja de factores genéticos y ambientales. Además, aunque los análisis de ADN pueden detectar con facilidad las variaciones genéticas vinculadas con la obesidad, la propensión genética al aumento de peso es en sí un cálculo complejo.

Pero, dijo, la población se puede dividir en grupos con un riesgo bajo, intermedio y alto, y cada uno representa más o menos un tercio de la población. Los datos del análisis se sacaron de dos estudios de larga duración sobre profesionales de la atención de la salud, uno en que participan mayormente mujeres, y otro en que participan mayormente hombres. Casi todos los participantes eran blancos.

Los datos incluyeron información sobre las rutinas dietéticas y los cambios en el índice de masa corporal (IMC, una medida que con frecuencia se utiliza para categorizar el peso) de los participantes. No se evaluaron los hábitos de ejercicio.

El equipo de Qi comparó los hábitos alimentarios de los participantes con tres dietas distintas: el Índice Alternativo de Alimentación Saludable de 2010 (AHEI-2010), el Método Dietético para Detener la Hipertensión (DASH) y la Dieta Mediterránea Alternativa (AMED). Aunque difieren en ciertos aspectos, las tres dietas se consideran planes de alimentación saludables. Los investigadores también asignaron una puntuación de riesgo genético de obesidad a cada participante. Para hacerlo, tomaron en cuenta 77 variaciones genéticas que se han vinculado con el estatus de IMC.

Las personas cuyos hábitos alimentarios a lo largo de dos décadas más concordaban con las dietas DASH o AHEI-2010 experimentaron una reducción en el peso corporal general y en el IMC, encontró el estudio. La asociación más potente fue entre aquellos que tenían el riesgo genético de obesidad más alto.

Los investigadores advirtieron que es prematuro comentar sobre la causalidad. Y aunque Qi dijo que ya ha reportado sobre cómo el ejercicio puede proteger de la obesidad, el análisis más reciente no tomó ese factor en consideración.

La Dra. Nathalie Farpour-Lambert, presidenta electa de la Asociación Europea para el Estudio de la Obesidad (European Association for the Study of Obesity), describió los hallazgos como «alentadores».

En un editorial publicado junto al estudio, anotó que los hallazgos «ayudan a aclarar las ideas erróneas de que una predisposición genética inhibe una gestión exitosa del peso».

También planteó que las observaciones deben «reforzar la urgencia crítica de [fomentar] unas políticas integrales que den prioridad a los ambientes y sistemas de alimentación saludables, con un énfasis en las personas con el mayor riesgo».

«La predisposición genética no es una barrera para una gestión exitosa del peso, ni una excusa para unas respuestas flojas de salud y políticas», añadió Farpour-Lambert.Farpour-Lambert también es directora del programa global de obesidad de los Hospitales Universitarios de Ginebra, en Suiza.

Fuente: HealthDay News

Referencia: Wang T, Heianza Y, Sun D, et al. Improving adherence to healthy dietary patterns, genetic risk, and long term weight gain: gene-diet interaction analysis in two prospective cohort studies. BMJ. 2018 Jan 10;360:j5644